Cuentan que allá por los años 40 -en plena posguerra-, comenzó a extenderse entre los ciudadanos de la capital el rumor sobre la existencia de una nueva jerarquía hasta el momento ignorada. Sus milicias contaban con cientos, luego miles de ellos. Estudiaban apuradamente el objetivo, arrasando con todo lo que encontraban, sin dejar rastro de su presencia.
Nadie sospechaba nada hasta que realmente se empezó a pasar verdadero hambre: cuando un padre mira con vergüenza a su hijo por no poder ofrecerle nada mejor que un chusco de pan; cuando un hermano envidia al otro por elegir el bando ganador; cuando los ideales se distorsionan, los principios morales se desvanecen y la realidad supera cualquier ficción, es entonces cuando aflora nuestra bestia interior.
No hay comentarios:
Publicar un comentario