El estado de su pequeño amigo le había tenido tan preocupado, que no advirtió que una sombra estaba acechando a sus espaldas desde hacía un buen rato. –Lo sabía, sabía que andabas detrás de esto- de nuevo, esa voz ronca le sobresaltó. –Eres un ladrón. Nos has robado la comida, pero ahora pagarás por todo-. El cura lo maldecía según se iba acercando con las manos extendidas, amenazantes. Un chasquido de madera detrás suyo lo paralizó, sintió un escalofrío y giró la cabeza. Cientos de ojos brillando en la oscuridad observaban cada movimiento del cura. En un desafortunado intento de escapar resbaló, abalanzándose decenas de furiosos animales encima sin dejarle reaccionar.
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