Una noche en el centro de la ciudad, en cualquier sótano de la casa de cualquier hombre, se había concertado una reunión clandestina de más de cincuenta hombres y mujeres. Demasiados y demasiado nerviosos y hambrientos, seres frustrados con convicciones lo suficientemente arraigadas y desbocadas como para que alguien intentase detenerlos saliendo impune. Sin embargo ese alguien lo intentó.
-¡No puedo dar crédito a lo que estoy escuchando! ¿De verdad creéis lo que decís?- se pronunció uno de los más jóvenes de los que allí se hallaban. -Me parece impensable que desconfiéis de unos simples animales-.
-Yo los he visto. Se organizan para robarnos la comida, hacen turnos para vigilar las casas. Cuando salimos entran y saquean lo poco que tenemos- dijo una voz de mujer desde el fondo de la sala.
No hay comentarios:
Publicar un comentario